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						   ENTREVISTA  AL FILÓSOFO HERVÉ FISCHER: ´TENEMOS QUE CREAR UN  HIPERHUMANISMO’ 
 
DECIDIDO  A REFUTAR LOS PRONÓSTICOS MÁS PESIMISTAS, ESTE  INTELECTUAL FRANCO - CANADIENSE ASEGURA QUE LAS TECNOLOGÍAS  DIGITALES OFRECEN MÁS DE UNA ALTERNATIVA PARA LOGRAR UNA  SOCIEDAD MÁS IGUALITARIA Y HUMANISTA. 
Filósofo,  escritor, profesor de sociología de la cultura y de la  comunicación, pintor, artista multimedia, Hervé Fischer  es, a los 65 años, una de las voces más calificadas en  el universo audiovisual de nuestra época. "En Europa, los  filósofos critican muchísimo la televisión y lo  digital. Dicen que estos desarrollos tecnológicos amenazan  nuestro humanismo, que son una especie de caballo de Troya llegado de  los EE.UU., una moda a la que es estúpido dar importancia. Por  su parte, los intelectuales norteamericanos saben mucho de  tecnología, pero no poseen una mirada crítica. Yo me he  educado de un modo tradicional, con los libros de la era Gutenberg.  Pero siento fascinación y conozco lo digital. Es una posición  interesante, porque me permite tomar distancia tanto de la euforia  tecnocientífica como de la ferocidad de los cuestionamientos  europeos."  
     
  Fischer estuvo en nuestro país hace  poco más de un mes para participar en el encuentro Cultura y  Media con el que el Centro Cultural San Martín inauguró  una nueva etapa dedicada al arte y las nuevas tecnologías.  Invitado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el prolífico  intelectual franco-canadiense presentó La caída del  imperio hollywoodense , uno de sus últimos libros.  
   
  -¿A  qué se refiere cuando anuncia el fin de la supremacía  de Hollywood?  
  
  
  -Hollywood ha construido un  imperio planetario. Controla el 90% de la industria  cinematográfica del mundo. Lo hace destruyendo el arte  cinematográfico y reemplazándolo por una producción  de entretenimiento familiar, pensada para espectadores de la  mentalidad de un niño de siete años. Arrasa con los  productores independientes y la diversidad cultural. Es difícil  resistir a su poder de promoción, a sus acuerdos políticos,  al control de las salas de cine y los distribuidores. Sin embargo, yo  confío en la herramienta digital; creo que nos va a permitir  redescubrir la creatividad artística del cine y posibilitará  que resurjan cinematografías nacionales e independientes.  
   
  -¿De qué manera?  
   
  -En los más de  100 años de vida del cine sólo una cosa no se ha  modificado: la cinta de celuloide de 35 mm. Es una paradoja que en el  tiempo digital se siga trabajando con rollos de 35 mm, que son muy  caros. El precio para reproducirlos es de 2000, 3000, 4000 dólares  por copia. A eso hay que sumarle el transporte y los seguros. Para  lanzar una película al mercado mundial se necesita hacer unas  400.000 copias. Un presupuesto enorme. Por el contrario, una copia  digital es exactamente igual al original; su costo es nulo, el  transporte se puede hacer por Internet o satélite. Un pequeño  disco duro puede contener toda la programación de un festival  de cine y ser enviado por correo a precio muy bajo. Un país  pobre puede producir cine de gran calidad con cámaras  digitales, que tienen mucha más flexibilidad y son más  baratas. Se puede filmar horas sin que se pierda nada, es posible  borrar lo que no sirve, no hay necesidad de mandar las películas  al laboratorio para ver si están bien o no, porque todo el  tiempo hay registro de lo que se filma. Requiere menos dinero y menos  infraestructura. Ahora, Hollywood dice que va a introducir la  tecnología digital sólo cuando ésta garantice  mayores niveles de calidad. Es un falso argumento para resistir a la  llegada de una flexibilidad que no le conviene.  
   
  -Una de las  objeciones que se hace a la renovación digital tiene que ver  con los problemas para archivar y preservar el patrimonio  audiovisual.  
   
  -Hablar de la memoria es otra cosa. La memoria  digital es frágil. Los archivos se tienen que actualizar más  o menos cada 10 años, sin hablar del peligro de los virus. El  valor de lo digital no pasa por la memoria; pasa por el acceso, por  su potencial para permitir una distribución democrática  de los recursos audiovisuales. De todos modos, se podría  pensar esta cuestión de otra manera. Para el tiempo cíclico  de los pueblos primitivos, los objetos de la cultura eran efímeros.  Una máscara africana no tenía mayor esperanza de vida,  pero a sus realizadores no les importaba: una máscara se hacía  de nuevo siguiendo un ritual. El ritual era lo importante, no el  objeto. Nosotros, en cambio, vivimos en la sociedad de los objetos,  del consumo. Podríamos pensar que en el futuro vamos a tener  de nuevo una cultura del ritual, de lo efímero, de los  acontecimientos. La concepción aristocrática del arte  que heredamos del Quattrocento, los museos, las obras guardadas en  los departamentos de coleccionistas ricos, pertenecen a un tiempo que  va a pasar. ¿No es interesante? Me  fascinan esas posibilidades.  
   
  -¿No le preocupa la  asociación entre tecnología desarrollada y memoria  débil?  
   
  -Es una combinación peligrosa. Pero es  la verdad; constituye una de las problemáticas de la  actualidad. Que se suma a otro problema muy complejo. Desde la  industrialización del siglo XIX, el desarrollo de la  tecnociencia ha tenido una aceleración exponencial que se ha  redoblado con lo digital. Tenemos que correr atrás del  progreso tecnológico con una conciencia y una sabiduría  antiguas. Hay una disyunción. Una  parte de nuestro cerebro fue capaz de desarrollar un poder  instrumental increíble, tocar los códigos de la vida,  la energía de la materia. Pero nuestra conciencia es arcaica:  no nos brinda los elementos necesarios para controlar, dirigir,  orientar la aceleración digital. Por eso pienso que es  necesario desarrollar elementos de civilización, crear una  ciberfilosofía, un pensamiento que nos permita entender los  parámetros de esta nueva era.  
   
  -¿Se trataría  de recrear un nuevo Iluminismo?  
   
  -Creo en el progreso. Hay que  luchar contra el oscurantismo que se puede desarrollar con lo  digital, que está más ligado a lo sensorial y menos  vinculado con el pensamiento abstracto. De todos modos, yo creo en  tres valores: la libertad, la creatividad y la responsabilidad, la  ética planetaria. Tenemos que ir de la sociedad de soledades  en competencia a una sociedad de solidaridades y responsabilidades  compartidas. Crear lo que llamo un "hiperhumanismo": un  nuevo modelo social basado, como el hipertexto digital, en los  vínculos.  
   
  -¿Cómo se vincula esta red  digital con las guerras actuales?  
   
  -La guerra es hoy, además,  guerra de información. Se puede perder la guerra de la  información aunque se haya ganado sobre el terreno. Es una  guerra informativa, de imágenes. Cuando se descubren las  imágenes de las torturas en Irak, esa información pasa  a ser parte de la guerra. Eso podría pensarse como un  progreso. En esa guerra de información, yo, viviendo en  Montreal, puedo contribuir con artículos de prensa, libros.  Amnesty Internacional tiene su poder basado en los medios de  comunicación, no en las armas. Eso me hace optimista, en el  sentido de que se desarrolla una conciencia planetaria humanista.  
   
  -¿El cine también se convertirá en un  "self media"?  
  
  
  -Bueno, necesita  una industria. La noción de "self media"  tiene sus límites. Pero es verdad que un director que quiere  hacer un documental sobre los campesinos de Guatemala con muy poco  dinero puede hacerlo, ponerlo en la Red, hacer un dvd y pasarlo en  una sala improvisada de cine: un circuito que escapa a las máquinas  comerciales, a las macro-tecno-estructuras del pasado. A ver: el  sistema siempre es capaz de absorber los cambios. Unos amigos más  pesimistas me dicen que Hollywood va a incorporar lo digital, de una  manera o de otra. Entonces yo, con mi profecía, estaría  siendo utópico. Habrá que ver. Por lo pronto, están  surgiendo muchas dificultades financieras en el imperio de Hollywood.  
   
  -¿Para que se cumpla esa utopía no tendrían  que existir, además, espectadores entrenados en un lenguaje  audiovisual diferente?  
   
  -Sí, pero también es  real que ya existe el potencial para alcanzar una cultura audiovisual  más democrática. Es una utopía, pero, ¿qué  podemos hacer? Lo mío no es el cinismo. Tampoco el nihilismo ni el hedonismo estético. Se  ha dicho en Porto Alegre "otro mundo es posible". Yo lo  creo. 
 
    Por  Diana Fernández Irusta  
 
  Fuente:  suplemento "Enfoques" del diario 'La Nación' 
  Más  información: www.lanacion.com 
01.10.06 
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